En este tiempo gozoso, compartamos la alegría grande de la presencia de Jesucristo resucitado para confirmar su misión que es también la nuestra (dar la Buena Noticia a los pobres, anunciar a los cautivos su libertad, dar la vista a los ciegos, liberar a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor).
Vivamos como testigos de Jesús Resucitado
Aleluya! Jesucristo ha resucitado!
Aleluya! Jesucristo ha resucitado!
Esta certeza de nuestra fe, que supera todo lo que humanamente podríamos esperar, es y será siempre el fundamento que sostiene nuestra vida cristiana y la construcción de su Reino de paz, de justicia y de amor.
Adentrarnos en el misterio Pascual de Jesús es, además, el único camino para no desanimarnos ni rendirnos frente a tantas situaciones difíciles y dolorosas que nos atraviesan el corazón y que suelen generar un pesado sentimiento de impotencia. Situaciones "pequeñas" de desencuentros y peleas, incomprensiones y rencores en el ámbito personal y familiar. Situaciones "enormes" de marginación y pobreza, injusticia y emergencias en el ámbito comunitario y social. ¡Cuántas veces brota en nuestro interior ese grito punzante de la impotencia transformada en pregunta: "¿qué puedo hacer?"!. Cuántas otras quedamos sumergidos en un silencio profundo ante la realidad que nos supera.
Si el odio y la injusticia hubieran sellado para siempre la tumba de Jesús el Viernes Santo, nuestro destino fatal no sería otro que acostumbrarnos a vivir en la impotencia del crucificado... en la pregunta del "¿por qué nos has abandonado?"... en el silencio de la muerte... Pero algo inaudito aconteció! Ese silencio paralizante y mortal fue roto definitivamente por la respuesta del amor poderoso del Padre: JESUS RESUCITÓ! Y con El también nosotros!. Y por la acción del Espíritu que nos apropia la Pascua del Maestro, somos transformados de tal manera que nuestra nueva vida en Cristo es vocación y misión a ser hoy palabra profética de fraternidad, servicio y amor.
Y aunque nos sigan acechando sentimientos de impotencia, o preguntas sin fáciles respuestas, o silencios de perplejidad ante situaciones que nos superan, la Pascua que celebramos nos regala certezas más hondas que confirman para siempre el sentido y fecundidad de nuestro compromiso cotidiano. Dios desacreditó la violencia, el pecado y la muerte y acreditó a Jesús como Camino de amor que nos hermana, Verdad que libera de toda opresión y Vida abundante que dignifica a todos y todas.
Con el Resucitado podremos encontrar caminos nuevos que expresen la entrañable y generosa fraternidad con los pobres y entre los pueblos del continente y del mundo.
Reflexiones de Fernando María Bargalló
Presidente de Cáritas Argentina - Obispo de Merlo-Moreno
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