Nota extraída del Diario El Litoral - Edición del Domingo 04 de abril de 2010 -
Opinión - Por Osvaldo Agustín Marcón
Los supuestos que sustentan las actuaciones estatales ante la denominada delincuencia juvenil variaron substancialmente en los últimos años, al tiempo que empeoró cuantitativa y cualitativamente el delito en cuanto hecho criminológico. Sin embargo las instancias de acción concreta siguen quedando atrapadas en la tensión “encierro versus no encierro’ que inevitablemente subyace ante estas realidades. Años atrás la privación de libertad en instituciones aparecía como legítimo recurso final en el horizonte del trabajo con estos jóvenes. Ella brindaba algunas certezas engañosas: la inconsciente trampa consistía en que al producirse el encierro muchos espíritus quedaban tranquilos ante la supuesta desaparición del conflicto social. De allí en más lo que ocurriera en la oscuridad institucional permanecía socialmente invisible. Apenas si ocasionalmente aparecían algunos retazos pero no más que eso. Ahora sucede que tales artificios no encajan con tanta facilidad en las formas de pensar la cuestión y amenaza con develar el engaño.
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